
Eran los tiempos infinitos, con un lápiz, muchos folios, el rock y un millar de ideas que fluían a tal velocidad que se me escapaban. La poesía era perra y las noches cortas. Dibujar y conseguir que todo aquello se transformara en historias... siempre a contrareloj, para no cobrar, viñetas atravesadas, la puta tinta china con viciosos borrones... Fué el momento, no hubo sitio para uno mas y se acabó. Triste historia de ilusión con el arte justo. Todavía hoy guardo el lápiz de aquella inspiración y de vez en cuando lo saco para asombrar a mis hijas dibujando de memoria, pero del pulso libre, aquel que pecaba con cada trazo, no queda nada... o eso creo...
Cuantas horas de sueño hay en esta foto...